El libro gordo de Jared

(reseña de Valeria Beruto sobre The Third Chimpanzee aka El Tercer Chimpancé de Jared Diamond, mientras nos preparamos para el segundo libro, correspondiente al mes de abril. La lectura de este post no es obligatoria para participar del proyecto; el que quiera saltearse la reseña de libro más divertida que va a haber leído en su vida puede hacerlo)

Aviso, porque el que avisa no traiciona, que voy a hacer una reseña caprichosa, arbitraria y anárquica sobre los temas que más me llamaron la atención de El Tercer Chimpancé. También aclaro, para que no oscurezca, que lo hago en calidad de aficionada, y que, sin embargo, tengo el tupé de cuestionar algunas teorías.

Resulta que Jared Diamond no es ningún bobo y decidió arrancar su libro sobre historia natural/ etología/ ornitología/ filosofía/ diplomacia/ lingüística/ adicciones/ arte/ holocausto nuclear/ Feng shui/ aeromodelismo/ ceremonial y protocolo con una sección picante: la sexualidad humana.

La diferencia que existe entre nuestro ADN y el de los gorilas es de 2,6%; en tanto que con los chimpancés esa diferencia es de solo 1,3%. Jared pega su primer golpe de efecto cuando nos pone en el difícil lugar de explicar cómo fue que llegamos al día de hoy siendo los chimpancés: unos promiscuos insaciables; los gorilas: unos administradores de harenes; y nosotros, los primos avivados: practicantes del pacato arte de la monogamia.
 
Claramente abordar el tema de la monogamia humana no es algo muy sencillo. Como tampoco lo es poder explicar por qué representa una adquisición evolutiva el ocultamiento de la ovulación, o el pudor de los humanos para mantener relaciones sexuales delante de terceros.

Nobleza obliga, le dedica unas cuantas páginas al adulterio, proponiendo el término “ligeramente poligínicos”. Para mi, algo parecido a “un poquito embarazada”.

Ya que estamos, a los ligeramente poligínicos les quiero comentar que ese 10% de paternidad no correspondida (o sea: un hijo que te dice papá, pero es el hijo del personal trainer) que presenta Jared en el texto, es válido en Argentina también.

Tal vez el ocultamiento de la ovulación, y en consecuencia la monogamia, sean parte de un codicioso plan de estrategias femeninas. A esto se suma un hecho que me pareció no haber visto en el libro: la familiarización del macho. Esto sería algo reciente en la historia del hombre y encaja junto con otras fichas que se movieron, tales como los métodos anticonceptivos y la incorporación de las mujeres en el entorno laboral. 

No puedo dejar de mencionar lo simpático que me resultó cierto autobombo de Jared con respecto a los genitales masculinos. Cito a continuación algunas de las adjetivaciones que usó a lo largo de su obra para referirse a éstos: “descomunal tamaño del pene”, “enorme”, “relativamente descomunal” (x 2), “gran longitud”, entre otros.

Bueno Jared, no sé si tus motivaciones son parte de un cooperativismo masculino para impresionar a las féminas, pero te quiero decir que en el país de los ciegos, el tuerto es rey. La comparación con el micropene del gorila es lacrimógena. No quiero ser descortés, pero creo que no les iría tan “descomunalmente” comparado con las dimensiones del burro, el miembro por duplicado de algunos tiburones o el teledirigible del macho de la ballena Franca.

En algún momento habla de los Falocarpos con cierta fascinación, para luego exponer la teoría de la ostentación. Esta teoría presupone que “el descomunal tamaño del pene humano” se debe a que actúa como carta de presentación ante otros machos. Es más, casi en clave misógina, aclara que si los penes hoy en día no les llegan a los tobillos es porque la vagina no es tan larga. ¡Por favor, Jared!

Igualmente, un poco le doy la derecha a Jared con la teoría de la ostentación…no por nada cuando pueden se duchan todos juntos (y seguramente se relojean).

La teoría del tamaño de los testículos, mediante la cual se puede especular sobre los hábitos sexuales de una especie, es otro hermoso tema que cualquiera de nosotros podríamos citar en el ascensor, en lugar de hablar sobre el clima, por ejemplo.

El capítulo sobre selección sexual tiene la importantísima misión de transmitirnos la diferencia entre dos de las más excelsas teorías del Darwinismo (*de pie, por favor*): la selección natural y la selección sexual. De este modo, la selección sexual determina rasgos físicos que no operan sobre la selección natural pero que actúan a favor del apareamiento. Acá Jared cita estudios que correlacionan ciertas características físicas, psíquicas y espirituales en parejas. En la correlación más alta (0,9) se encuentran las ideas religiosas, el origen étnico y el status socio-económico. Luego se ubican la inteligencia y características de la personalidad (0,4), quedando los rasgos físicos en los menos correlacionados (0,2). Acá Jared le dedica un buen tramo al extravagante hallazgo de que la longitud del dedo medio cuenta con un 0,61 de correlación entre las parejas. No hay que olvidar que las correlaciones pueden darse sin una asociación de causalidad. Por ejemplo, si yo correlacionara la venta de CDs con casos de HIV en los años ’90 vería algo así (más o menos):



¿Qué quiere decir esto? ¿Los CDs contagian HIV? ¿Las canciones contenidas en los CDs propician el sexo loco desprotegido?

Más bien quiere decir que dos variables pueden correlacionarse sin que esto implique causalidad entre ellas. Para eso, deberían aplicarse los criterios de causalidad, además de otras medidas que indican la robustez y la fuerza de asociación de la correlación.

Dicho esto, Jared: me parece zarpado lo de los dedos. Y lo de los lóbulos de las orejas…boah.

Los capítulos sobre sexualidad humana tal vez tengan su punto más álgido al explayarse sobre el adulterio. Jared le dice “la ciencia del adulterio”, un campeón. Sobre este punto, me quedo con una reflexión que una Coya una vez me hizo saber y observo como regla fundamental para transitar por esta vida: “Nadie se va mocho de este mundo”.

Por momentos, las hipótesis para entender el comportamiento sexual humano quedan cabalgando a mitad de camino entre nuestros paisanos los simios y nosotros. El desdoblamiento de las ganas de tener sexo y desperdigar genes por el mundo es una de las primeras ideas que entran en conflicto con el modelo animal. Es difícil explicar el comportamiento sexual humano desde una perspectiva animal, sobre todo a la luz de los cambios mayores en el s. XX (anticoncepción, adjudicación de la paternidad por ADN, movimiento feminista, etc).

Tal vez una manera interesante de entender estos capítulos sea en la escala que los paleontólogos observan el tiempo. Es decir, los capítulos sobre sexualidad tienen más la idea de explicar cómo llegamos a la monogamia a través del tiempo-como adquisición evolutiva-, que entender nuestro comportamiento hoy. De alguna manera no parece estar bien resuelta la incorporación de las variables antes citadas durante los últimos cien años; tiempo que para un paleontólogo equivale a un nanosegundo.

Como sea, los capítulos de sexualidad humana son muy interesantes y plantean muchas preguntas, lo cual siempre es bueno.

Me pareció particularmente asertivo, y seguramente un homenaje a su madre lingüista, el capítulo dedicado al lenguaje, que a su vez se complementa muy bien con el capítulo del “Gran salto hacia adelante”. Cada vez hay mas evidencia de que nacemos con un “andamiaje” sobre el cual se va adquiriendo el lenguaje. Se citan varios ejemplos de niños entre dos y tres años de edad, en plena tarea de aprender a hablar, que confrontan el pre-programa del lenguaje con la lengua que les toca hablar.

Algo que siempre me llamó la atención es que a esa edad muchos chicos hispanoparlantes dicen “con-sin” para decir “sin”. Ejemplo: quiero hamburguesa con–sin queso. Esto es un análogo al “without” inglés y me pregunto si no será parte de ese pre-programa que traemos desde el nacimiento para poder hablar en tan poco tiempo.

Sobre las lenguas pidgins y criollas, podría aportar que si Jared se aventurara a estas latitudes, se encontraría con el cocoliche y el portuñol como exponentes exquisitos de tales proto-lenguajes de fusión.

Es verdaderamente interesante cómo Jared expone los “puentes, incluso islas, que van de las formas animales de comunicación a las nuestras que hacen pensar que allí están los precursores de nuestro lenguaje”.

La aparición de la agricultura y el mal en el mundo, es, salvando la ironía, una sección inquietante como mínimo. Probablemente sea un mojón decisivo el desarrollo de la agricultura y sus consecuencias sociales y sanitarias, como lo fue el lenguaje articulado en el Gran Salto hacia Adelante.

En alguna clase en la facultad escuché que posiblemente la agricultura haya sido una innovación femenina. Con su cerebro diseñado para percibir ciclos y el poder de observación que confiere el maternaje, no sería extraño que hayan sido las mujeres las que empezaron a experimentar con semillas.

No puedo dejar de imaginar una mujer hace 10000 años pensando “Este tipo se va tres días de joda con los amigos y trae mulitas y zorrinos para comer. Más vale que haga algo”. Así que una vez más, los advierto sobre un plan pergeñado por estrategas corporizadas a lo largo de la historia. Muajajajajajaj.

La celiaquía, la diabetes y la obesidad, entre otras patologías, nos hablan de un no muy buen acople entre nuestro metabolismo y las harinas. Estas tres condiciones están en franco aumento, siendo la diabetes el gran desafío para la salud pública de los años venideros.

Para ir finalizando esta reseña sui generis, es curiosa la teoría de la Guerra Relámpago, que explicaría el exterminio de los grandes mamíferos americanos a manos de los colonos indígenas que cruzaron por el estrecho de Bering. Las cuentas que en ese capítulo se hacen no parecen ser muy realistas (mortalidad materno infantil no tenida en cuenta, por ejemplo) y me pregunto si no exploraron hipótesis alternativas, como competencia por los recursos. Incluso algo más loco como algún tipo de microorganismo disruptivo, introducido por los indígenas, que haya vulnerado el ecosistema de cierta forma.

Deberíamos tener en cuenta que, por ejemplo, en la gran epidemia de peste bubónica en Europa, murió el 60% de la población. Otro ejemplo de impacto de microorganismos fue la epidemia luética en Europa luego del descubrimiento de América. Lúes es otro término para sífilis, y se cree que fue importada de los indígenas sudamericanos, quienes la habían contraído por mantener relaciones con los camélidos de la región, ie., guanacos.

Durante todo el libro Jared se la pasa haciéndose preguntas que va respondiendo con mayor o menor éxito. Es probable que por ser un libro de divulgación científica el énfasis no este puesto en fundamentar sólidamente cada una de las explicaciones que propone el texto, sino más bien en ofrecer un panorama a buen ritmo. Esto lo hace ágil, aunque por momentos también un poco débil.

Me parece desproporcionada la cantidad de ejemplos con aves con los cuales ilustra el texto, dedicándole excesiva cantidad de páginas. Si la idea es probar la teoría del tercer chimpancé, Jared, entendemos tu corazoncito ornitólogo, pero no estamos ni remotamente emparentados con los plumíferos.

Por momentos también me parece una debilidad del texto la compulsión de Jared de querer explicarlo todo bajo la visión evolucionista. Hay cosas que exceden la mirada paleontológica, o como mínimo, no pueden ser valoradas desde una sola disciplina. Por ejemplo, el capítulo de adicciones (aunque le dé la razón a Dolina con lo de “todo lo que hacen los tipos lo hacen para levantarse minas”). Es inapropiado querer que la realidad quepa toda en la teoría propia.

No sé si termino de tener una imagen sólida de los hitos de la historia natural. Creo que entré más veces a Wikipedia que a gmail mientras leía el libro para sacarme dudas básicas sobre períodos, nombres de cavernas, edades geológicas, etc. Debo confesar que hubiera querido tener a mano los manuales de historia del colegio que nos simplificaban tanto las cuestiones.

Me quedo con las ganas de saber más sobre paleobiogeografía, es decir, sobre cómo se fue poblando el mundo y las diferencias antropológicas que ello encarnó. También me queda pendiente repasar las edades de piedra, bronce, hierro, etc. para poder decir que tengo una continuidad histórica armada en mi mente.

Creo que ese es el mejor balance al que un libro puede aspirar: que te despierte la curiosidad y te den ganas de ir por más.


Comments

  1. No sé si es la reseña más divertida, pero divertida seguro que es. En la minuciosidad de Valeria se nota cierta empatía con Diamond: ambos se detienen puntillosamente en determinados aspectos que tal vez al resto no interesa. Así suele suceder con cualquier cosa, por eso que Diamond se extienda en algunas cuestiones no me parece a tener en cuenta, se pueden saltear y listo (como propone la autora sobre su reseña).
    Lo que sí me gustó mucho (y donde más me detuve) es en su crítica acerca de usar una correlación como causalidad: se me había pasdo por alto (me había comido el chupetín habrían dicho mis amigos del barrio) y me llevó a revisar el capítulo. Además, es algo que ya le había leído a otro biólogo o antropólogo, que me reforzaba lo de Diamond. De todas maneras, y en esto las ciencias sociales acuden en mi ayuda, siempre nos enamoramos de la chica de la cuadra (o el chico, claro).
    En cuanto a la infedilidad y ese tipo de cuestiones, espero que Sex At Dawn aclare más mi panoroma: mis opiniones sobre la infedilidad no suelen ser muy festejadas

    Gracias everybody!

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  2. Me encantó! Un placer leerlo, agudo, claro, divertido. Gracias, Valeria, por compartirlo

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  3. Valeria muy bueno. Con respecto al tamaño del pene aparentemente sí es el más grande en términos absolutos y relativos comparado con otros primates (http://en.wikipedia.org/wiki/Human_penis_size#Comparison_to_other_primates). No encontré (rápidamente) comparaciones con otros mamíferos pero si bien en términos absolutos debe haberlos más grandes obviamente (caballo, ballena, etc) no me sorprendería que en términos relativos los homo sapiens nos sigamos llevando las palmas.

    Y hoy me encuentro con esto: http://www.canberratimes.com.au/national/women-only-have-eyes-for-the-big-boys-20130408-2hhmw.html va a tener repercusión en la prensa en los próximos días van a ver.

    JP

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  4. Muero!
    “We may debate whether a man is attractive when he has kind eyes or a good sense of humour, but now, at least, we know the truth.’’

    Read more: http://www.canberratimes.com.au/national/women-only-have-eyes-for-the-big-boys-20130408-2hhmw.html#ixzz2PvFpGrpa

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  5. Una reseña fascinante, sospecho posiblemente mas que el libro mismo, salvo para aquel que quiera seguir reflexionando sobre el tamaño de los atributos masculinos.

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